Desde cuándo somos como somos
La pregunta sobre quiénes somos y desde cuándo comenzamos a serlo nos acompaña desde hace milenios. Religiones, mitologías, ciencias y filosofías han tratado de dar respuestas, cada una ofreciendo un ángulo único sobre nuestra esencia y el origen de la conciencia. Comprender cada una de estas perspectivas es un viaje en sí mismo: es como intentar capturar un destello de lo infinito. Y sin embargo, para quienes han dedicado su vida a explorar los secretos del universo, la maravilla nunca deja de sorprender.
¿De dónde venimos? ¿Dónde estamos? ¿Y hacia dónde vamos? Estas preguntas permanecen abiertas, invitándonos a cada uno a continuar explorando.
Toma la perspectiva científica, sabemos que el viaje comienza hace unos 13.8 mil millones de años, en el Big Bang. De ese instante primordial nacen las primeras partículas, principalmente hidrógeno y helio, que se agrupan bajo la acción de la gravedad para formar estrellas. En el núcleo de estas estrellas, elementos complejos como el carbono y el oxígeno comienzan a forjarse, elementos que luego serían la base de la vida en la Tierra. Con el tiempo, la materia en el universo se reorganiza, las estrellas explotan y sus restos se esparcen, dejando semillas que formarán nuevos planetas y sistemas solares. Uno de ellos, el nuestro, se encuentra en el momento y lugar adecuado para acoger la vida.
Con el paso de miles de millones de años, en una pequeña franja del planeta Tierra, la vida surge en forma de microorganismos, evoluciona, y a través de innumerables ciclos de mutación, selección y adaptación, llega a un punto crítico: el nacimiento de la conciencia. Es aquí donde las preguntas realmente comienzan.
¿Qué significa ser consciente? Este fenómeno va más allá de la simple existencia. Tal vez nuestros primeros ancestros, al verse las manos o al sentir el frío de una noche sin refugio, experimentaron un instante de lucidez, una primera percepción de “yo” en un mundo de otros. Este momento, llamado por los griegos “anagnórisis”, es el reconocimiento de uno mismo en el propio entorno. Tal autoconciencia fue, sin duda, uno de los hitos más significativos en nuestra historia, que luego abriría el camino a un desarrollo cultural, espiritual y tecnológico sin precedentes.
lelepancha ;(
La angustia de un dolor de panza en la vasta sabana africana, la cruda realidad de que una diarrea podía acabar con familias enteras, o que una simple gripe diezmaba comunidades que, por pequeñas que fuesen, representaban todo el mundo para quienes las habitaban.
La desesperación de no poder alimentar a tus hijos porque no sabes cazar, porque no tienes las herramientas, porque no tienes el conocimiento necesario.
Usa la empatía para reflexionar sobre cómo fuimos. Yo siento que esa sensación también vive dentro de nosotros.
La evolución de la conciencia es también la historia de nuestra capacidad de adaptación. Hace millones de años, múltiples especies de homínidos convivían en un mundo hostil y salvaje. Las primeras herramientas, el uso del fuego y las primeras formas de comunicación nos dieron una ventaja decisiva para sobrevivir en entornos difíciles. Nos es fácil, desde nuestra comodidad actual, olvidar la brutalidad de esos primeros tiempos, donde la falta de conocimientos o herramientas adecuadas podía condenar a familias y comunidades enteras a la extinción. Enfrentar enfermedades, pasar hambre o no tener la capacidad de cazar debieron ser experiencias aterradoras para nuestros ancestros, y aún hoy podemos sentir esa angustia heredada en lo más profundo de nuestro inconsciente colectivo.
Es fascinante imaginar un tiempo en el que diversas especies de homínidos coexistían hace millones de años, en un mundo realmente salvaje. Si reflexionamos, el origen del lenguaje y nuestra esencia como seres humanos tienen sus raíces en esa realidad.
En el marco de la teoría evolutiva, entendemos que estos antiguos homínidos no solo compartían el mismo espacio, sino que interactuaban entre sí, como lo demuestran los restos arqueológicos.
Pero en algún momento, alguien nació diferente, en el sentido de ser la suma de las conciencias, experiencias y hábitos de sus antepasados.
El origen del lenguaje, una de nuestras mayores herramientas de supervivencia, fue fundamental para nuestro desarrollo. Aunque abundan las teorías del surgimiento del lenguaje no tenemos certeza de cómo o cuándo apareció, sí sabemos que esta capacidad de comunicar y transmitir conocimiento permitió que, generación tras generación, los saberes acumulados se convirtieran en un legado compartido. Alguien, en algún momento, logró que una serie de sonidos y gestos significaran algo para otros, y con ello, abrió la puerta al mundo de las ideas, los símbolos y las culturas que conocemos hoy.
Esta evolución de la conciencia y la cultura no fue lineal ni tranquila. A lo largo de nuestra historia hemos enfrentado momentos de gran creatividad, pero también épocas de conflicto y contradicción. El dominio del fuego, por ejemplo, no solo nos dio la capacidad de cocinar y calentarnos, sino también la posibilidad de reunirnos en torno a una hoguera, de compartir historias y conocimientos, de forjar una comunidad. Fue uno de los primeros pasos para controlar y modificar nuestro entorno, pero también un recordatorio constante de lo que podemos perder si nos dejamos llevar por los impulsos destructivos.
Al mirar hacia el pasado, los grandes avances nos llenan de asombro, pero también nos hacen humildes.
Hemos recorrido un largo camino desde aquellos primeros momentos de autoconciencia, pero nuestra naturaleza sigue cargada de contradicciones.
La tecnología avanza, pero también lo hacen las tensiones y desafíos que enfrentamos como especie.
Quizás aquellos primeros humanos, que comenzaron este eterno viaje hacia el autoconocimiento, percibían ya las tensiones y potenciales que cada época plantea.
Pensar en estas realidades siempre me recuerda que debo ser humilde, porque percibir que lo que denominamos inconsciente colectivo es más antiguo de lo que logramos concebir con una mente finita y circunscrita a su entorno.
Sin embargo, lo estoy haciendo muy romántico, como si no doliera, oliera o fuera un mundo cruel y salvaje, que es y siempre ha sido. Ya, tranquilo, señor, siéntese… Pero, en serio, hoy en día nuestras facilidades nos brindan una vida cómoda que no existía hace millones de años, en los tiempos del Sahelanthropus tchadensis, por ejemplo
Antes de adentrarnos en el árbol genealógico de la humanidad, estamos imaginando cómo fue ese viaje del despertar. Millones de años después, en medio de la naturaleza, nuestros ancestros seguían explorando la vastedad del mundo. Cualquiera que haya caminado más de 15 kilómetros en la naturaleza sabe la infinitud que representa conocer el mundo. Ahora piensa cómo era hacerlo sin zapatos, sin agua, sin chocolate ni café. 🙁
Así como la maravilla de contemplar miles de amaneceres y atardeceres, de observar el caminar de las estrellas en la bóveda celeste, y de disfrutar los placeres que el mundo puede ofrecer. Todo ello, en su construcción de la abstracción, en la potencia del símbolo, en la esencia del saber.
La insaciable búsqueda que nos hace ser lo que somos
Quizás estos choques de realidad que marcaron a nuestro niño ancestral, que observó, que caminó, que aprendió lo llevaron a un día emprender un viaje al cual debía ir solo, lejos de su clan, de su gente. Más allá de donde nadie había ido antes. Donde tu también estás viajando ahora.
En ese estado de existencia primitiva, en la que el ser humano se funde con el entorno oscuro y vasto, siendo una simple parte del paisaje natural.
En la insatisfacción de solo ser, en la esperanza de ser más, en la transcendencia de si mismo para alcanzar al otro, a aquel que todavía no había llegado, aquel que nos sobrepasa en tiempo, cuando se piensa al futuro.
Hay un momento en la historia en la que registramos lo que aprendimos, pensamos como nos enseñamos. Es el como dejamos de ser brutos y aprendimos a escuchar a alguien con más experiencia, con más sabiduría. Conquistando la capacidad de seguir por el camino de la vida, donde hay sombra y agua fresca, frutas y alimentos para ser feliz, crecer y prosperar.
Pero somos seres necios que no sabemos convivir ni estar en grupo tan fácilmente, que nos dejamos vencer por nuestras pasiones, que somos dominados por el ego, que nos estorban los instintos naturales de mera supervivencia, y donde la conciencia lucha por despertar. Una vez más, un viaje debe ser emprendido.
Hasta lograr con éxito el viaje que dominó el fuego, que enseñó de la cocina, del calor y de la protección. Del fuego que unió gente y unió historias y donde las palabras ganaron sentido y razón. Donde después del gran festín, el jefe piensa, reflexiona, está un paso adelante.
La curiosidad y esa eterna constante de poder transformar nuestro entorno, quien sabe si la primer persona que pensó en el aire acondicionado no estaba así, sentada en una cueva, pensando como podría haber algo que cambiara la temperatura todo el tiempo de un lugar, sin tener humo.
De forma mágica apretar un botón y que la temperatura se regule de la forma que quieres.
De igual forma, la creación de herramientas, de símbolos y de tecnología es parte de nuestro impulso natural por transformar el mundo.
La curiosidad es una constante en la historia humana: quienes primero soñaron con volar o modificar la temperatura de sus cuevas, quizás se imaginaban soluciones similares a lo que hoy llamamos aire acondicionado o aviación.
Lo fascinante es que, a lo largo de los siglos, la creatividad humana ha sido capaz de dar forma a ideas que parecían imposibles, conectando generaciones a través de un legado de conocimiento y progreso.
Este ser que encontró patrones en la naturaleza que empezó a producir símbolos y a recrearlos a encontrar señales y mensajes más antiguos en piedras y cuevas que contaban una historia apenas entendible por el escrutinio mismo, arrancando los arcanos de la naturaleza, este ser del pasado se creó a si mismo y se reinvento una y otra vez.
Hasta dominarse a sí mismo y a aprender a dominar al otro, a controlar su naturaleza y a la del grupo. Ahí cuando se dio cuenta que había mucho más antes de el y habría mucho más después de el. donde estamos que percibimos que nuevas tecnologías transformaran nuestra forma de ver el mundo.
La gran pregunta sigue siendo: ¿qué estamos construyendo hoy? Desde nuestra perspectiva, el presente es un logro impresionante a ojos de nuestros ancestros, pero aún estamos lejos de alcanzar un estado definitivo de desarrollo o sabiduría.
Al fin y al cabo, el viaje de la conciencia, desde el Big Bang hasta nosotros y más allá, sigue siendo un proceso de descubrimiento sin fin.
¿Te interesa entender cómo la teoría evolucionista y científica puede integrarse y dialogar con las diversas teorías creacionistas?
A menudo vistas como opuestas, pueden complementarse en un marco más amplio de comprensión.
Analizaremos la teoría de la evolución desde su base científica y reflexionaremos sobre cómo algunas interpretaciones creacionistas pueden encajar en este relato sin perder su riqueza simbólica y espiritual.
Ven a descubrir cómo ciencia y creencia pueden convivir en el fascinante viaje de explorar nuestros orígenes. ¡Únete a esta experiencia transformadora!
Saludas cuando lleguemos a casa de tus tíos